El compromiso con la sostenibilidad y mejora sanitaria de los edificios es un proceso imparable. Mucho más de la mitad del aire que respiramos en nuestras vidas se produce en espacios cerrados, hogares, oficinas o comercios. La preocupación por la nutrición está en nuestro foco de atención, aunque sólo bebemos 2 litros de agua e ingerimos 2 kilos de comida al día, mientras que en el mismo tiempo inhalamos 10 mil litros de aire en 24 horas.
La ingeniería y arquitectura sostenible, cada vez más populares por demanda de la sociedad, ofrece mejoras palpables en este aspecto. El uso de materiales con poca huella de carbono, y de productos de construcción elaborados sin compuestos tóxicos son algunas de las prácticas de arquitectura sostenible. Pinturas, barnices, impermeabilizantes, etc. pueden producir compuestos orgánicos volátiles nocivos para la salud, incluso cancerígenos. Según la OMS “la contaminación del aire es un asesino invisible”. No vemos lo que respiramos y por lo tanto no le damos mucha importancia.
Como la renovación de las casas es un proceso lento, en las ciudades encontramos un gran número de edificios o viviendas que presentan deficiencias para alojar una sana actividad humana. Es lo que denominamos Síndrome del Edificio Enfermo. Pueden existir múltiples causas, pero las más frecuentes son una mala calidad del aire, temperatura distante a la de confort, humedad relativa baja, inadecuada intensidad lumínica, o de ruido.
Según un informe del Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo dependiente del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales de España, algunas de las características comunes de estos edificios son tener casi siempre un sistema de ventilación forzada común en todo el edificio o en amplios sectores, recirculación parcial del aire, edificios estancos sin posibilidad de abrir ventanas, localización de las tomas de aire en lugares inadecuados, o uso de intercambiados de calor que transfieren los contaminantes desde el aire de retorno al aire de suministro.
Los contaminantes más frecuentes acostumbran a ser el dióxido de carbono (CO2) ya que los seres humanos lo producen de forma natural, partículas o aerosoles orgánicos, humo que en sí mismo contiene más de 3000 compuestos, entre ellos monóxido de carbono (CO), aldehídos, Óxido de nitrógeno, etc. Los materiales de construcción y decoración del edificio, así como los muebles y demás elementos pueden también ser la causa de la presencia en el aire de compuestos tales como formaldehído, vapores orgánicos, polvos y fibras (asbestos, vidrio, textiles). En la siguiente página puede encontrar los efectos en la salud de los contaminantes frecuentes en edificios enfermos.
En las oficinas, los materiales usados para el trabajo pueden aportar contaminantes al ambiente. Ese es el caso de toners, adhesivos, el ozono desprendido por las fotocopiadoras, los biocidas, los productos de limpieza, los desodorantes, etc. Existen también casos en que estos contaminantes proceden del exterior del edificio como los humos de escape de automóviles, el dióxido de azufre o el radón. El polvo presente en el aire interior está formado por partículas tanto orgánicas como inorgánicas, muchas de las cuales pueden clasificarse como fibras. El polvo total dependerá de la ventilación, la limpieza, y la actividad en la zona.
Existen unas guías y recomendaciones de la OMS, donde se establecen unos valores máximos de unas 28 sustancias potencialmente nocivas para la salud. Para controlar la calidad del aire, aparte de prevenir la entrada de contaminación exterior, se pueden tomar medidas fáciles para mejorarlo. Un edificio sano, según la International Energy Agency (IEA), debe realizar un aporte de aire aproximadamente 10 litros por segundo (cerca de 35 M3 /h) por persona (actividad sedentaria) para extraer los bioefluentes humanos (olores) y CO2. Esta aportación de aire debería pasar por unos filtros especialmente en entornos urbanos, agrícolas o industriales.
La incorporación de tecnologías de purificación del aire y superficies que mineralicen los COVS (Compuestos Orgánicos Volátiles) y eliminen los patógenos habituales en contagios, como virus y bacterias, es una herramienta muy efectiva para asegurar la correcta calidad del aire.
Dentro de estas tecnologías destaca la innovación que presenta PUROH. Es una tecnología llamada Open-Air Factor que replica en un dispositivo la desinfección natural del aire de la atmósfera, en los llamados Procesos de oxidación avanzada. Esta tecnología de Open-Air factor neutraliza compuestos tóxicos y patógenos de aire y superficies con los mismos radicales hidroxilo neutros producidos en la troposfera.
Los radicales hidroxilo OH· a diferencia de los iones emitidos por algunos aparatos son neutros, lo que significa que no tiene ningún riesgo de oxidar los metales, ni afecta ordenadores, electrodomésticos ni equipamiento de oficinas o viviendas, a diferencia de los ionizadores convencionales. Las ventajas frente a los filtros HEPA también son obvias; estos no actúan en superficies, son ruidosos, consumen mucha energía y son ineficaces en lugares con renovación constante de público.
Existen varios productos que se pueden adaptar a las necesidades de su edifico, desde aparatos compactos para instalación en ascensores y hogares, hasta módulos de aire para oficinas y espacios industriales. Es una tecnología muy asequible por los beneficios que ofrece ya que no requiere de ninguna obra para conseguir las ventajas de un edificio sano y sostenible. Esta tecnología de mejora de aire representaría tener siempre las ventanas abiertas sin alterar el confort térmico, ni sonoro.
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